Las emociones del migrante: cómo comprenderlas y gestionarlas
- Alejandro Yrazabal
- hace 6 días
- 3 Min. de lectura

Migrar no es solo un cambio de país, idioma o costumbres; es un proceso profundamente emocional que impacta en todas las áreas de la vida. Quien deja atrás su tierra, su gente y su historia, carga con una mezcla de ilusión, incertidumbre y, muchas veces, dolor. Entender este abanico de emociones que experimenta el migrante y aprender a gestionarlas es clave para adaptarse y construir una nueva vida con bienestar.
1. El torbellino emocional del migrante
Cuando una persona emigra, no se traslada solo físicamente; también viaja con un equipaje invisible cargado de emociones. Algunas de las más comunes son:
Tristeza y nostalgia: Por los seres queridos, los lugares familiares y las rutinas que se dejan atrás.
Miedo e incertidumbre: Ante el futuro, el trabajo, la legalidad y la adaptación cultural.
Culpa: Especialmente cuando se deja atrás a la familia o se percibe que no se ayuda lo suficiente desde la distancia.
Soledad: Al no contar con una red social inmediata y sentirse “fuera de lugar”.
Esperanza e ilusión: Por las nuevas oportunidades y la posibilidad de mejorar la calidad de vida.
2. El duelo migratorio: un proceso silencioso
El psicólogo Joséba Achotegui describe el duelo migratorio como un duelo parcial, múltiple y recurrente. Es parcial porque no se pierde todo (muchas veces se mantiene contacto virtual con la familia), es múltiple porque involucra varios aspectos de la vida, y es recurrente porque los recuerdos y la añoranza aparecen de manera intermitente.
Este duelo tiene varias fases, similares a las del duelo tradicional:
Negación: “Esto no es tan difícil, me adaptaré rápido”.
Ira: “¿Por qué todo es tan complicado aquí?”.
Tristeza: “Extraño mi vida anterior, no sé si hice lo correcto”.
Aceptación: “Este es mi nuevo hogar, y puedo crecer aquí”.
3. Factores que intensifican o alivian el impacto emocional
No todos los migrantes viven el proceso igual. Entre los factores que influyen están:
La causa de la migración (voluntaria o forzada).
La red de apoyo en el país de destino.
La preparación previa (idioma, ahorro, conocimientos).
La cultura receptora (abierta o cerrada a la diversidad).
Quienes emigran por situaciones de crisis (como el caso de millones de venezolanos en los últimos años) suelen enfrentar un impacto emocional más fuerte por el estrés previo y las condiciones de salida.
4. Estrategias para gestionar las emociones durante la migración
Aunque cada historia migratoria es única, existen herramientas que ayudan a sobrellevar el proceso:
4.1 Reconocer y validar las emociones
Negar lo que se siente solo prolonga el malestar. Es saludable permitirse llorar, expresar la tristeza o compartir el miedo.
4.2 Construir una red de apoyo
Relacionarse con paisanos y, al mismo tiempo, abrirse a amistades locales favorece la integración y reduce la soledad.
4.3 Mantener vínculos con el país de origen
Llamadas, videollamadas o actividades potenciadoras (cocinar un plato típico) ayudan a mantener la identidad.
4.4 Cuidar la salud mental
Buscar espacios de terapia, grupos de apoyo o actividades que reduzcan el estrés (meditación, ejercicio, escritura).
4.5 Crear una rutina
Establecer horarios y actividades diarias aporta estabilidad en un entorno nuevo.
La migración es un salto valiente. No se trata de “olvidar” lo que se dejó atrás, sino de aprender a convivir con el pasado y el presente, integrando las experiencias para construir un futuro más sólido. Las emociones que hoy duelen, con el tiempo, pueden transformarse en fuerza, resiliencia y apertura hacia nuevas oportunidades.
✅ Tip VimesLife: Si estás atravesando este proceso, recuerda que pedir ayuda no te hace débil. La adaptación emocional es un camino que se recorre mejor acompañado.
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